En
Latinoamérica, especialmente en República Dominicana, quienes somos ciudadanos
comunes, no manejamos mucha información sobre los países de oriente medio,
tampoco es que nos interese demasiado. Cuando nos mencionan cualquier palabra
relacionada al mundo árabe, pensamos en un desierto, un misil, un turbante, guerra,
islam, petróleo, etc, pero no pensamos en lo que hay detrás.
El
año pasado, durante mi estancia en Shenzhen, China, tuve el placer de conocer a
una joven iraní, de la que aprendí que Irán no es lo que pensamos a priori y
que su pueblo, no necesariamente está de acuerdo con las prácticas del líder
supremo, que son desafortunadamente, sus rasgos más conocidos alrededor del
mundo.
Mi
amiga iraní me hizo reflexionar sobre cómo vive el noble pueblo de Irán,
asediado por gobiernos que imponen su voluntad por encima de la ley y
sustentándose, según su propio argumento, en lineamientos divinos. Y por eso
decidí escribir este artículo que, aunque resulte un tanto extenso, es apenas
un resumen de la realidad iraní.
Irán
es una república constitucional ubicada en Oriente Medio, basada en los
principios del islam chií. Oficialmente República Islámica de Irán.
Cuenta
con más de 82 millones de habitantes y es la potencia número 18 del mundo según
su producto interno bruto. Asimismo, ocupa el lugar 65 en el ranking de países
por su índice de desarrollo humano, lo que, entre otras razones, lo convierte
en un país en vías de desarrollo.
A pesar de su desarrollo económico, Irán se mantiene
con importantes tareas pendientes en cuanto a la garantía de los derechos
humanos en su territorio. Las libertades de expresión, de asociación y de
reunión son algunos de los derechos humanos más vulnerados en la república
islámica.
El pasado año 2019, según reportes de Amnistía
Internacional, hubo una gran represión por parte de las autoridades contra
ciudadanos que ejercían de alguna manera esos derechos:
“En noviembre, las fuerzas de seguridad sofocaron protestas en todo el país y mataron a más de 300 personas, incluidos niños
y niñas, según fuentes fidedignas. Muchas de las víctimas murieron a
consecuencia de heridas de bala en órganos vitales. Se detuvo arbitrariamente a
miles de manifestantes, que en muchos casos sufrieron desaparición forzada y
tortura u otros malos tratos, como puñetazos, patadas, latigazos y golpes. Las
autoridades implementaron un cierre casi
total de Internet durante las protestas para impedir que la gente
compartiera imágenes y vídeos del uso de medios letales por parte
de las fuerzas de seguridad”.
Adicional a esto, durante todo el año hubo al menos
240 detenciones arbitrarias a defensores de los derechos humanos, entre los que
figuraban abogados y activistas defensores de los derechos de las mujeres y el
medio ambiente. Así como ciudadanos comunes, que formaban parte de campañas
contra la pena de muerte o exigían justicia por desapariciones forzadas o
ejecuciones extrajudiciales.
Periodistas y medios de comunicación sufrieron
presión, persecución, censura, encarcelamiento y condenas judiciales
injustificadas de prisión y/o flagelación. Y las principales redes sociales del
mundo permanecieron bloqueadas en territorio iraní.
Los abogados son perseguidos por las autoridades
iraníes por el solo hecho de defender a personas contra quienes se levantaron
falsos cargos relacionados a la seguridad nacional. Se destacan los casos de la
abogada Nasrin Sotoudeh, condenada a 33 años de prisión y 148 latigazos y el
abogado Amirsalar Davoudi, condenado a 29 años y 111 latigazos.
La misma suerte corren todos quienes se atreven a
solicitar de alguna manera, un cambio en el sistema político, condiciones de
vida más dignas o la solución de problemas sociales neurálgicos, como la
debilidad de los sistemas de salud y educación o la falta de empleo y
oportunidades.
Por motivos culturales muy arraigados, provenientes
especialmente de sus tradiciones religiosas, las mujeres no reciben un trato si
quiera digno y su lugar en la sociedad iraní dista mucho de lo que podría
considerarse mínimamente aceptable. Hasta hace poco, la violencia de género
contra la mujer no era penalizada.
Las mujeres que protestan contra el
uso del velo son detenidas. A las que se lo retiran para conducir su auto, se
les confisca el auto. Las que intentan entrar a estadios de futbol son
arrestadas y condenadas a prisión. Solo por mencionar algunos ejemplos.
Cabe destacar el caso de Sahar Khodayari, quien murió
luego de incendiarse a sí misma en la puerta del tribunal que la juzgaba por
haber intentado entrar a un estadio. Luego de este hecho, el gobierno permitió
la entrada de 3,500 mujeres al Estadio Nacional para un juego de clasificación
para la Copa Mundial.
Las minorías étnicas sufren de una tradicional discriminación
sistémica en este país. Se les niega el acceso a educación o salud y son objeto
de tratos vejatorios por las autoridades.
“La libertad de
religión o de creencias se vulnera de forma sistemática en la ley y en la práctica.
Las autoridades continúan imponiendo a las personas ateas y de todas las
religiones códigos de conducta pública basados en una interpretación estricta
del islam chií. Sólo se permitía ocupar cargos políticos clave a los musulmanes
chiíes. Se siguió violando el derecho a cambiar o abjurar de religión. Las
personas que se declaraban ateas seguían estando expuestas a sufrir detención
arbitraria, tortura y pena de muerte por apostasía”.
La tortura y la reclusión en condiciones de
hacinamiento, así como la negación de atenciones de salud a personas detenidas,
continúan siendo algunas prácticas comunes y generalizadas en Irán, en muchos
casos amparadas por la ley.
De igual forma, la pena de muerte representa un gran
dolor de cabeza para las organizaciones de protección de los derechos humanos,
en especial porque son producto de juicios injustos y maltrechos, basados en
acusaciones sin fundamentos. Esta clase de condenas retorcidas, impulsadas en
su mayoría por intereses económicos y/o políticos son igualmente común en dicho
país.
Aunque Irán ha experimentado un importante crecimiento
a través de las últimas décadas producto de la globalización y el acceso a
nuevos mercados, la vulneración de los derechos humanos ha crecido a un ritmo
aún más trepidante, preocupando de manera permanente a la sociedad
internacional.
Está claro que en Irán existe un flagrante y
progresivo accionar de violaciones a los derechos humanos y al derecho
internacional. Algunos de estas violaciones constituyen crímenes de lesa
humanidad, perfectamente enjuiciables en el ámbito penal internacional.
Fuentes:
Israel Castillo de Jesús.
Fuentes:
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