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Calaveras en un museo del genocidio en Ruanda. |
Para entender este oscuro episodio, el preciso mencionar que el genocidio de Ruanda fue el resultado del enfrentamiento entre dos grupos étnicos; los Hutus y Watutsis (Tutsis).
Por el siglo 12, en esta zona geográfica de África coexistían diversos grupos étnicos. Con el pasar del tiempo, algunas tribus llegaron y otras emigraron, entre las que llegaron se destacan la hutu, de agricultores nómadas y la tutsi, de ganaderos. Ambos grupos se diseminaron en los territorios que hoy ocupan Uganda, Burundi, RDC y Ruanda.
La participación de los europeos colonizadores fue crucial para el afianzamiento de la rivalidad entre estos grupos. Primero los alemanes y luego los belgas, lograron hacer pensar a estas personas, que allí solo existían dos razas; los primeros, de piel menos oscura, estatura más alta, cara alargada, nariz y mandíbula estrechas, dedicados a la ganadería, los tutsis, a quienes convencieron de ser una raza superior. Y los segundos, los hutus, de piel más oscura, nariz achatada, mandíbula ancha, cara robusta, agricultores y quienes representaron la mano de obra de los primeros.
Se implantó un gobierno tutsi en la colonia. Y entre las medidas tomadas por los belgas, que gobernaban la colonia a través de los tutsis, se dispuso un carnet de identificación en el que se señalaba la raza a la que pertenecía el individuo, favoreciendo la segregación y el control sobre los grupos. Llegaron incluso a emplear herramientas para medir la cabeza o la nariz de las personas, para determinar la pureza de su raza, etc. A partir de entonces, a los hutus sencillamente se les negó participar del gobierno, la educación superior, entre otros, instaurándose un genuino apartheid.
Un elemento a destacar es que los tutsis siempre fueron una minoría; representaban alrededor el 15% de la población total, que para 1994 era de cerca de 7 millones de habitantes.
A partir de los años 50’s, como resultado de las independencias de Libia y Marruecos, una nube de ideas independentistas se cierne sobre todas las colonias africanas. Los gobernantes tutsis, acomodados, instruidos y ambiciosos, son quienes impulsan aquellas ideas en Ruanda. Bélgica les retira el apoyo de inmediato y en su lugar, apoyan a los hutus, quienes, envalentonados y motivados por la idea de liberarse de sus amos de toda la vida, se disponen a luchar, quemando sus propiedades y asesinándolos, y generando así, una de las primeras masacres entre hutus y tutsis.
En 1959 se llamó a la revolución en Ruanda y en 1960 los belgas, que lucharon al lado de los hutus, realizaron elecciones, de las que salió victorioso el hutu Grégoire Kayibanda, quien declaró a Ruanda como una república autónoma en 1961 y la independencia en 1962.
Dada la violencia iniciada con la revolución, miles de tutsis huyeron a los países fronterizos, especialmente a Uganda y Burundi, en este último, los tutsis estaban en el gobierno. Es preciso mencionar, que durante la colonia belga los territorios de Ruanda y Burundi constituían un solo país.
Los recién exiliados iniciaron una serie de incursiones en las aldeas fronterizas, donde atacaban a los hutus. Cada una de estas incursiones recibía una respuesta del gobierno de Ruanda, masacrando a los tutsis que permanecían en el país. Este intercambio se extendió a un nivel tal, que el gobierno de Burundi respondía a las agresiones contra tutsis en territorio ruandés, haciendo lo propio contra los hutus en su territorio. Esta situación provocó cierto desgaste en el gobierno de Ruanda, lo que aprovechó el General Juvenal Habyarimana, hutu de corte ultranacionalista en 1973 para dar un golpe de estado.
Varias décadas más tarde, un importante grupo de tutsis que había emigrado a Uganda y sirvió allí al gobierno en sus luchas armadas internas, lo que les valió para recibir armas, recursos y entrenamiento, forma el llamado Frente Patriotico Ruandés (FPR). Y en octubre de 1990, encabezado por el actual presidente ruandés, Paul Kagame, el FRP entró a Ruanda, venciendo rápidamente la resistencia de las aldeas del norte (En este momento se inicia la guerra civil). Se dispuso la marcha hacia Kigali, la capital. El General Habyarimana solicitó el apoyo de Francia para contener el avance del FPR. Francia envió apoyo militar a la capital, lo que detuvo de momento las intenciones de la FPR.
Debido
al avance del FPR en los meses siguientes, el temor se apodera de muchos
miembros del gobierno, lo que les lleva a acceder a negociar los Acuerdos de
Arusha a partir de 1992, que contemplaban la salida de las tropas francesas, el
retorno de los refugiados, programación de nuevas elecciones y la conformación
de una comisión mixta de transición. En medio de las negociaciones se solicitó
una misión de paz a la ONU para asegurar el cumplimiento del acuerdo. La ONU
argumentó que debido a la crisis económica de ese organismo y a los despliegues
vigentes en Bosnia y Somalia, se encontraba imposibilitada de dar respuesta a
tal solicitud en un plazo razonable. Indicando que mientras tanto, los
ruandeses debían “cuidarse por sí mismos”.
Finalmente, en octubre 1993, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
aprueba la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR),
compuesta por 2500 efectivos. Sin importar el despliegue, la violencia se
mantenía, lo que provocó que los países aportantes de las tropas, las fueran
retirando poco a poco.
A pesar de aceptar firmar los acuerdos, el General Habyarinama, al mismo tiempo, por presión de la secta más radical del gobierno, dirigida por su esposa, los desacredita y les resta credibilidad en público.
El 6 de abril de 1994, dos misiles derriban el avión en el que viajaba el General Habyarimana, jefe de gobierno ruandés y su par de Burundi, también hutu; ambos murieron. Las acusaciones entre un bando y otro no se hicieron esperar. Todavía no hay versión oficial sobre este incidente.
Aprovechando la situación, la esposa del fallecido y su grupo hicieron valer sus ideas ultranacionalistas, empleando propaganda que incitaba al odio y al exterminio de la etnia tutsi. Uno de los medios masivos protagonistas de la propaganda de odio, fue “La radio de las mil colinas”, desde la cual se lanzaron mensajes explícitos de asesinar a los tutsis.
En junio del 94 Francia ofreció repentinamente un despliegue de una fuerza propia, bajo mando y control francés, a la que llamaría “Operación Turquesa”. El Consejo de Seguridad de la ONU lo aprobó. Estaba compuesta por 2.500 legionarios franceses y unos 500 soldados africanos. La intervención estabilizó la situación en el sudoeste de Ruanda, con lo que se redujo la salida de refugiados y facilitó la realización efectiva de la ayuda humanitaria.
La intervención de Francia no fue bien vista por el FPR, dado que en años anteriores había apoyado al gobierno hutu. De hecho, según algunas fuentes, las fuerzas francesas escoltaron a la cúpula del gobierno hutu cuando escapaban del país y se hicieron de la vista gorda ante las acciones de los hutus perpetradores de las masacres.
Finalmente, en julio del 1994, se detuvo la masacre, los rebeldes toman la capital y el FPR tomó el control del gobierno. Se eliminó la distinción étnica en los carnets de identificación y en el Estado, ya solo existen ruandeses.
La recuperación post-genocidio ha sido dura y dramática y todavía hoy, 26 años después el fantasma de aquel suceso acosa no solo a víctimas y victimarios ruandeses, sino también a Francia, que no ha podido librarse de las acusaciones de complicidad.
Las clases empresarial y profesional, compuestas casi de manera absoluta por tutsis, quedaron en completa ruina por el asesinato de sus componentes, dificultando a ese sufrido país ponerse en pie.
“Había
mucho ganado libre, que podíamos comer a nuestro antojo… pero no teníamos
médicos ni profesores para echar hacia adelante el país”
- hombre ruandés.
Si
quieren conocer más de este singular drama, les recomiendo la mini serie Black
Earth Rising y la película Hotel Ruanda.
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